Mujer, es aquella corona de la creación, la cual fue la última pieza de esta. ¿Acaso no se suele decir que lo mejor siempre viene al final? ¿Y no fue eso lo que Dios hizo en la creación? Después de crearlo todo, cerró con broche de oro, al introducir en su perfecta obra la más hermosa dádiva para al hombre… La mujer. Le dejó solo por un instante, para que él mismo pudiera comprobar con su razonamiento lo que Dios de antemano conocía, que no podría vivir sin ella… Entonces Dios trajo al mundo a ese ser maravilloso, que tiene en su esencia un poco de toda la creación y aun del mismo Creador, tan natural y hermosa como el más bello paisaje formado por los árboles los ríos y las montañas de la creación. Tan tierna como la más delicada flor pero a la vez tan valiente como el feroz mar en su mayor braveza. Tan impredecible como la lluvia de verano, lo que es emocionante para aquellos que compartimos vida con ellas ¡que monótono y aburrido que todo siempre fuera igual! Esa es la mujer, el broche de oro de la creación, llevando en ella también la semejanza del Creador, al ser ella, aquella que da a luz, en la cual se forma el ser humano, al cual pasa cuidando e impulsando la mayor parte de su vida.
Ella no conoce otra cosa más que la hazaña del dar, dar de lo suyo a sus amados hijos, hermanos y cónyuges, dar amor, dar amor a los que la rodean. Jamás se cansara ni desistirá de rebosar amor y reinventarse en este, porque ella es similar al creador, ella es la corona de la creación, ella es la mujer, y el hombre deja de ser hombre si no tiene a una de ellas a su lado.
Autor: Neemias Da Silva